Porque me he dado cuenta de que, por muchos que guarde, nada va a cambiar las cosas
Sé perfectamente que estamos a 25 de enero porque he mirado el calendario en varias ocasiones. La primera, para saber cuánto tiempo me queda hasta el primer examen (cinco días, aunque en realidad sólo sean tres). La segunda, porque hoy era la fecha límite para presentar el trabajo de Programación. La tercera, porque he instalado una aplicación en el teléfono que me ayudará a controlar mis gastos (hoy, 23'34 euros en el supermercado y monedas sueltas para el autobús y un café, creo). La cuarta, para asegurarme de que todavía no es 28. La quinta, para apuntar el encabezamiento de un par de anotaciones en mi Moleskine.
Pero no he caído hasta hace unas horas, cuando ya era tarde para comprar la rosa amarilla que prometí que siempre compraría. Y me he sentido fatal. Llevo tantas cosas en la cabeza que he pasado por alto algo realmente importante.
Porque una tarde, hace hoy justo tres años, perdía una parte importante de mi vida. Nevaba y los copos se enganchaban en mi pelo y el frío no era capaz de recordarme que había olvidado el abrigo en una habitación de hospital, porque nada importaba más que lo que acababa de perder. Y aunque llorar no cambió nada, lloré como nunca lo había hecho antes. Con la rabia del que no entiende y la tristeza del que sabe que no hay consuelo.
Me está costando mucho asumir que no estoy alargando el intervalo entre la última visita y la que será la próxima. Asumir algo que nunca he dicho en voz alta y que sólo con pensarlo hace que se me empañen los ojos... Te echo de menos y te quiero, Abu.
Siendo un poco masoquista, suena Color Esperanza - Diego Torres porque es inevitablemente tu canción y porque el recuerdo que trae a mi cabeza es muy bueno. Gracias.